
Estoy sentada en la frontera de la muerte, en la cancha recién tizada, las banderas de los guardalíneas me son imperceptibles. Cada vez que escucho el pitazo, pienso que es mi Emmanuel. Quiero verlo y esta cordillera no me deja atravesarla, no me deja mirar sus piernas con calcetas largas, su culo parado detrás del pantalón corto, esos pequeños pelos que le salen entre la camiseta, ese cuello fuerte, ¡Dóblate bien ese cuello! Ese pelo rizado detrás de la oreja tomado en una cinta. El pelo mojado rozándome la cara.
Hazme un gol hijo mío que te extraño.
Un golazo que rompa la cordillera.
Un golazo que se meta en mi arco.